Darío Canton | Escritor & Poeta
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Atado al árbol de la escritura

Hernán Bergara

Pulir la palabra hasta dejarla como en los comienzos del habla. Este tipo de labor deja a la poesía más cerca no ya de lo civilizado, sino del mono: la escritura como el trabajo sobre la inminencia de un decir.

Quizás por eso el nuevo libro de Darío Canton abre con un poema que registra el macaqueo:

Atado al árbol
de la escritura
me paseo
todo el día
en derredor
trepo por su tronco
macaqueo
sacudo las ramas
aplaudo, me enojo
entristezco y lloro
incansable
prisionero
que va y viene
arrastra su cadena
goza sin sexo

Con relación a su publicación inmediatamente anterior, Anaquel de vasos canopos. Cantología poética 1975-2019 (2020), Atado al árbol de la escritura no sería una antología sino una redistribución de los elementos de su escritura anterior bajo otra lógica. Un corrimiento de querusa, mientras el poema cuenta todo lo que puede contar, todo lo que siempre ha contado la poesía y todo lo que siempre ha contado Canton en ella. Poesía que participa de esa tradición en la que lo que deslumbra es el elemento narrativo, hasta el punto de hacernos olvidar la pasmosa precisión con que están hechos los poemas. Poemas de los que a veces olvidamos que lo son. Olvido que tiene que ver con la mejor poesía.  ¿No es, acaso, la afirmación interrogativa “¿Qué me importa que este sea un poema?” la mejor reacción posible para un poema, la que, incluso, lo define como tal?

¿Qué operaciones constituirían entonces la tradición del propio Darío Canton?

Solo algunos huellas en el libro que nos ocupa:

  • Formular explicaciones o “cuentos” de los poemas (por ejemplo, en el poema número 62), según lo ha explotado en los últimos números de ASEMAL (1975 a 1979) y al menos en los primeros cuatro tomos de De la misma llama (2000 a 2017).
  • Incluir lo descartado, operación presente en De la misma llama, especialmente en “La Yapa”, segunda parte (2017).
  • Incorporar fotografías, en un principio de collage o cuya coexistencia con lo escrito no siempre es automáticamente perceptible.
  • Utilizar los ademanes y la sintaxis propios de la racionalidad científica para conducirla, con esta “lógica”, a su propia diseminación (“disolución” dice Osvaldo Aguirre en el primero de los epílogos a este poemario), en una práctica que remite especialmente al Abecedario médico Canton (1977).
  • Generar una interacción lúdica en forma de consignas con los lectores, algo puesto en circulación sobre todo en su revista ASEMAL.

Tras décadas y décadas de composición no ya de poemas, sino de una consistencia poética; tras miles y miles de páginas en las que Canton registrara los procesos que lo condujeron a esa consistencia, “Atado al árbol de la escritura tiene lugar en el bosque De la misma llama, ahora desatado y escrito de nuevo”, señala Matías O. Feito en el segundo de los epílogos. Quizás no desatado: re-ceñido: bajo la conciencia de que era la cadena la que había otorgado vitalidad.

Ecos y evocaciones
En “Nue-Car-Bue”, sexto tomo de De la misma llama, figura una devolución de Alberto Girri, de 1960, a poemas que Canton le había hecho llegar. Girri habla de ir ganando una conciencia más cabal de los espacios tipográficos, es decir del ritmo, de la respiración de los poemas; de “finales más abiertos, con algo de truncos” (680); de una eliminación del “yo” (como pronombre y como presencia); del uso de un lenguaje conversacional, familiar, que no sea retórico ni afectado (ídem).
A propósito de la segunda de sus observaciones: “finales, más abiertos, con algo de truncos”, el poema número 19:

¿Qué tienen en común
el ta-te-ti y el alelí?
Las vocales
porque en consonantes
gana el primero 3 a 2
¿Qué tienen en común
el huerto y el muerto?
La tierra

A propósito de la observación siguiente: eliminación del yo, y del pronombre “yo”:

La liebre, el poema
Jamás saber
por dónde saltará
ni cuándo
Tener, en el momento exacto,
papel y lápiz
para cazarla

Por contraste con la primera versión:

Nunca sé
por dónde saltará
ni cuándo
la liebre del poema
Sí que debo tener
papel y lápiz
para cazarla
en ese momento

Si se deja aquí registro de la marca de Girri en la poesía de Canton es porque Atado al árbol de la escritura es un libro que, al reposicionar, tiene que evocar, convirtiendo el pasado en eco, una voz identificable pero desarmada, intervenida por el tiempo. En este nuevo poemario entra en escena una acción que estaba reservada más bien para la autobiografía De la misma llama: el registro de antepasados y de personas significativas. Ese acto de perennizar el árbol genealógico y el entorno inmediato empieza a tomar también a la poesía a partir de los nombres propios: Juan Andralis, Alberto Girri, Mabel Arruñada, madre, hermanos, padre, abuelos. Las fronteras entre las voces y entre los géneros (en los que cierto tipo de voces eran prioritarios y otras no) se le desvanecen al libro, y la escritura gana riqueza por la calidad de la ecualización.

En “Nue-Car-Bue” (De la misma llama), uno de los primerísimos recuerdos que Canton registra es el de un mono que le habían regalado a su hermano Héctor: el mono Nick. “Tenía” –amplía en el tomo V, “Malvinas y después”- “una larga y fina cadena que le permitía desplazarse a bastante distancia desde unas ramas altas en las que estaba su casita de madera” (422).

El mono (con su cadena): primer antepasado, no solamente de todo árbol genealógico, sino también, por lo visto, del acto poético.