Darío Canton | Escritor & Poeta
Comentarios sobre la Obra

La vida como archivo portátil

Por Osvaldo Aguirre
Suplemento Ñ, miércoles 21 de junio de 2017, Buenos Aires

 

El poeta Darío Canton cierra con un volumen doble, De la misma llama, su intenso recorrido personal

En una foto tomada a sus 16 años, cuando competía en natación, Darío Canton aparece apenas visible, en la cuarta fila de los deportistas. “Es imposible estar más lejos de la cámara”, anotó en 2015. Al rescatar la imagen para la segunda parte de La yapa, la asoció con el estilo del jockey Elías Antúnez, que corría “abierto del resto del pelotón y luego se iba cerrando en diagonal hacia la meta”, según su recuerdo de una nota leída en una antigua revista El Gráfico.

El punto en común entre ambas referencias sería su carrera literaria, y la relación surge cuando publica el último volumen de De la misma llama, la monumental autobiografía que insumió más de 40 años de dedicación y tardó otros 17 en publicarse, un trabajo agregado que no estaba en los planes.

La octava entrega de la obra abarca el período comprendido entre 2007 y 2016 y se desdobla en dos volúmenes, cada uno de los cuales incluye a su vez otros libros: Fuero íntimo, un “intervalo poeti-pictórico” con poemas de Canton, serigrafías de Lupe Marín y papel de mayor gramaje que puede separarse y encuadernarse, y Cajón de sastre, miscelánea de textos ajenos y propios, dedicatorias recibidas, correspondencia, fotografías, recortes periodísticos y cuadros, índices y clasificaciones diversas respecto de la propia obra.

El primer tomo se presenta además intonso, con 128 páginas cerradas, como los de “editoriales reconocidas de habla castellana” que Canton compraba en su época de estudiante universitario. Se trata de un homenaje a esas viejas ediciones, de un trabajo práctico para los lectores actuales, “con el que algo aprenderán”, y de una intervención en correspondencia con las múltiples y por lo general sorprendentes acciones que el autor ha promovido en el campo editorial desde la publicación de Asemal (1975-1979), “tentempié de poesía” que envió por correo a más de 700 corresponsales.

De la misma llama, “la autobiografía intelectual de quien soñó con ser escritor”, terminó por desarrollar un proyecto que buscaba dar un testimonio personal sobre la escritura de poesía. No fue una inquietud súbita sino la continuación del impulso de una escena fundante, un diálogo sostenido con Alberto Girri en 1960, cuando la escritura y el deseo de examinar manuscritos para observar el proceso de composición se soldaron en un mismo interés.

La obra no es tanto la selección cuidadosa de un fondo preexistente como, al contrario, la creación de ese archivo y la constitución de un conjunto de piezas discursivas y visuales heterogéneas en un documento literario y en partes de un relato donde cada detalle contiene la información poética del conjunto: la insatisfacción ante las descripciones generales, la búsqueda de precisiones, la exigencia de exactitud en el uso del lenguaje que no excluye el juego.

La yapa, un suplemento imprevisto, parece ofrecerse menos con el sentido de un obsequio que como redondeo, ya que permite observar desde un nuevo ángulo el conjunto y sobre todo reformula definiciones e interrogantes. El reconocimiento como poeta, una búsqueda de muchos años, parece saldado, como indica un cuadro de “personas vinculadas con la obra” y la actual producción crítica que la rodea.

En el tránsito de poeta a memorialista, Canton pasa a entender su trabajo como el de “un compositor de poesía, sociología y narración ilustrada” que se plantea de nuevo el sentido total de la tarea: “¿para qué sirve una autobiografía que se prolonga en el tiempo más allá del propósito inicial declarado, a saber, dar testimonio de una escritura poética a lo largo del desarrollo de una vida?”.

No es la única pregunta que puede hacerse el lector. En particular impresiona el despliegue de textos e imágenes en torno al suicidio de Ezequiel, el hijo mayor, que incluye entre otros materiales cartas íntimas, participaciones fúnebres, las placas de Crónica TV que anunciaron el hecho y el facsímil del expediente judicial. En uno y otro caso, las respuestas conducen al desafío básico de Canton: si la poesía fue una actividad desarrollada a la sombra de la sociología, la profesión en que obtuvo reconocimiento, si la “callada existencia como poeta” lo acompañó en parte de su vida, la propuesta es decir y publicar sin reservas, y hay que advertir hasta qué punto es exhaustivo al respecto.

Canton no quiere que haya secretos, ni apartarse un milímetro del camino que eligió como escritor. Como aquel jockey que parecía perder terreno al salir, pero “ganaba en cuanto a la seguridad del desplazamiento” y llegaba triunfante a la meta.