Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | De la misma llama - Berkeley (1960-1963)

Comentarios sobre libros de poesía

Ñ Literatura | 31 de Diciembre de 2004
Tununa Mercado

Son ingratos los días de los libros en las mesas de las librerías. Yacen allí, expectantes y engalanados, a veces expuestos sobre atriles que los realzan ante la mirada de los pasantes. Se juegan la vida y la supervivencia que les han prometido el editor y el librero en un tiempo acotado, más cerca de lo efímero que de lo permanente. La fiesta en la que sus nombres y títulos se lucen tendrá su declinación. De pronto ya no estarán a la vista, sucesivamente pasarán al estante superior, y de manera más patética, bajarán al sótano. Esa puesta en escena cuyo final no se puede sortear porque se corresponde con las leyes del tiempo y aún del espacio, esa oscilante variación entre la abundancia y la precariedad de la oferta y la demanda, del ofrecimiento y la sustracción, son las condiciones en que vive la literatura.

Quienes se acercan a esas mesas servidas sufren el vértigo de la proliferación: hacia dónde mirar, qué tomar, qué riesgo correr ante las promesas de un argumento de solapa o del elogio de un escritor de fama que resalta en la faja del libro. Otros prefieren abstenerse y esperar a que el todo se decante y deje emerger la peculiaridad.

El mismo enjambre producen los libros que se apilan en las casas, sobre la mesa del comedor, en la silla del baño, sobre las mesas de luz, las cómodas, que han permanecido dentro de sus sobres de envío, que esperan hasta hacerse un lugar, libros pacientes y ansiosos, libros desconocidos, que no tienen todavía la oportunidad de ir de boca a oído, o de boca a boca, como suele decirse, para asegurarse la circulación que se merecen. Desbordado, el eventual lector acomoda y reacomoda las montañas. Piensa que va a escalarlas, que llegará a sus cimas y entrará en sus hondonadas. Despeja su mente, se dispone al acto que el libro le reclama, que la dedicatoria ha enriquecido, que la presentación en público, esa ceremonia obligada como una fiesta de cumpleaños o de casamiento, ha revalorado y engrandecido. Escoge un libro; los otros se amohínan, reculan, se sumen, no les tocó, "el único", el elegido, es otro.

Es un libro azul, grande, del tamaño necesario para disponer poesía y textos-notas, diarios, cartas, fotografías-. De la misma llama de Darío Canton empieza a fulgurar. Lo que se enciende es una luz singular, insólita, que quiebra el prisma establecido de los géneros y los modos literarios. Canton –raro ese nombre, que se pronuncia con un acento agudo, pero que no lleva acento escrito- va a contar su vida y la vida del poema que nunca dejó de escribir, su gestación y su alumbramiento, en un período de tres años 1960-1963, en el que vivió y estudió en Berkeley, becado por el Conicet. Vida y obra, vida y poesía, imagen dual en cuyas líneas entrecruzadas se consume la vocación poética de un escritor con un "doble" benévolo, que lo deja hacer: el sociólogo formado en la Universidad de Buenos Aires que entenderá los procesos sociales de la Argentina y podrá vivir de esos conocimientos. Novela de novelas: novela autobiográfica, novela del poema, saga de poemas, en ese transcurso se juega una dramática del rigor y la disciplina que sostiene la decisión de escribir, las aventuras de despojo y de pérdidas del narrador son también las del poema en su evolución hacia la forma plena, la más ceñida y colmada. En el proceso, marcado con tachaduras e inserciones, de la primera versión a la última, una línea sale, otra deviene apenas una palabra, la siguiente baja un escalón, muchas desaparecen. La gesta del poema tiene un carácter sacrificial, cambio, borradura, enroque, son los recursos para llegar a la forma que se pretendió perfecta.

Radiografía también de la Argentina y de sus intelectuales que maduran en la estela que deja el peronismo, tanto al rechazarlo como doctrina o entenderlo como proceso, De la misma llama irradia un halo sobre ciertas escenas, como el 17 de octubre, los bombardeos del 16 de junio sobre la Plaza de Mayo, la muerte de Evita, los enfrentamientos del peronismo con la Iglesia. Las escenas surgen, Darío Canton las ha vivido plenamente y las ha también fijado en la escritura. Nada debe perderse. Son infinitos los "materiales" que salen de la memoria, de los archivos, de las lecturas. El novelista del poema no cesa de buscar y de buscarse. La biblioteca es tan profusa como las inquisiciones filosóficas y estéticas que ese narrador joven necesita para ser, para "forjarse", se diría en el lenguaje de buenas intenciones pedagógicas. Él ha guardado todo para después reconstruir el pasado y asentar los volúmenes que van a venir: seis más, por el momento. Nunca separada la persona del empeño del escritor: así las crisis amorosas, las separaciones, los desencuentros y todas sus contrapartes; la emoción por el hijo en el centro, el desprendimiento de la madre; la muerte del padre, materia misma de los poemas. Poemas también las fotografías, siempre rapto melancólico que no ilustran sino acompañan la letra.

De la misma llama es la totalidad que surge de este libro sorprendente de escritor, de bello título cuya historia sabremos al leerlo, y que condensa una idea de la literatura que, para llegar a serlo con todos sus atributos, primero fue música. Uno de los Libros del Zorzal que canta en las mesas rebosantes y que contiene, como ninguno, todas las voces que habla la literatura.

Tununa Mercado - Escritora argentina