Darío Canton | Escritor & Poeta
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La Historia de ASEMAL y sus lectores

Osvaldo Aguirre

Asemal fue una hoja de poesía editada por Darío Canton y de la que salieron veinte números, entre mayo de 1975 y abril de 1979. La publicación contenía exclusivamente textos del editor y circulaba por correo, con una tirada que llegó a los 800 ejemplares. El libro aparecido con el sello de Mondadori recopila ese material e incorpora una selección de la correspondencia que Canton mantuvo con sus lectores y textos sobre las circunstancias preliminares de la empresa.

La edición de Asemal aparece, por un lado, como una respuesta no convencional a un obstáculo inevitable de las publicaciones poéticas: el de su (falta de) circulación. La poesía está por afuera del circuito de distribución de los libros y revistas y su espacio queda reducido al mano a mano, a los colegas y al librero amigo que hace un poco de lugar en la mesita del fondo. La hoja, cuenta Canton, surgió de la idea de "intentar algo distinto" en ese sentido. Salir del cerco implicaba asimismo apostar a nuevos destinatarios: "toda gente de la que me permito suponer que en principio leería el material con interés y de la que, eventualmente, podría tener algún eco". Por otra parte, Asemal surgió de la necesidad del autor de publicar sus trabajos, algo que en el formato del libro no parecía posible. La experiencia de Canton al respecto puede ser la de cualquiera que escriba poesía: los textos se acumulaban, tenía tres libros preparados y ninguna posibilidad cierta de sacarlos a la luz en fecha inmediata. Asemal era entonces una manera de sacar los poemas de los cajones, y una lectura de la propia obra inédita: "mi trabajo consistió, entonces, en liberar los poemas de los tres libros y, tomándolos uno por uno, clasificarlos en grandes rubros o secciones que serían las que aparecerían en Asemal". Al movilizar ese material, la publicación suponía asimismo una tentativa de acortar la distancia temporal entre escritura y lectura.

Para Canton, como forma de publicación, la hoja superaba al libro: en términos económicos implicaba un gasto similar, pero ofrecía la ventaja de "una posibilidad de «presencia» y de «eco» como hasta ahora no los he tenido". En el circuito tradicional, razonaba el poeta-editor, las editoriales no tienen interés en publicar poesía; la poesía no se vende y el autor nunca sabe cómo fue recibido lo que escribió. Por eso, "mi experiencia ha sido la contraria del escritor más común, el que ignora, aunque su libro se venda bien, las reacciones de sus lectores".

La relación que Canton pudo entablar con los lectores es quizá la característica extraordinaria de su trabajo. Según se observa en los textos de preparación de la hoja, el propósito de plantear un intercambio, de proponer la ruptura de la recepción pasiva y de abrir un diálogo, se encontró en la base del proyecto. En el transcurso de la publicación, además de la correspondencia, la continuidad de la idea se verifica en el lanzamiento de los "pequeños concursos Asemal" o los "problemas", especies de desafíos de escritura poética planteados a los lectores.

"La cosa se dirige a personas no siempre lectoras habituales de poesía", dice Canton en una de las cartas. Esa amplitud es la que mide la riqueza del intercambio. Hay por ejemplo un ordenanza que se identifica sólo como "Pucho" y cuya lectura de un poema es quizá la mejor respuesta que puede recibir alguien que escribe: es testigo de un fenómeno descripto en un poema, la escritura se lo ha revelado ("me ha tocado muy de cerca –dice- pues trabajo a una cuadra y media de la vereda sudeste de Federico Lacroze (...) me llegó tanto que espero ansioso la hora del almuerzo para poder verlo"). En otros casos los destinatarios se definen de manera sorpresiva: una adolescente lee el Asemal originalmente enviado a su madre, una mujer se apropia del que se dirigía a su marido, etc. Los lectores dan consejos, alientan, reflexionan: "cada día me importa menos la letra impresa y me interesa más la poesía que se escribe viviendo" (Raúl Gustavo Aguirre). El asombro que causaba la existencia y el modo de circulación de la propia hoja, la extrañeza de haber sido elegido para recibirla y las bromas por el nombre de la publicación son algunos de los motivos insistentes de las cartas. "Asemal es «la mesa» al revés –dice Canton, al revelar el "enigma"-; también una palabra cuyo sonido me gusta; por último, una desmentida con respecto a tantas cosas que, según la propaganda comercial o las versiones oficiales, invariablemente nos hacen bien". Pero los lectores también hacen otras interpretaciones igualmente logradas, como por ejemplo Rosa Dror Alacid: "Fui saltando de la mesa al salame, de ahí a la melasa con un pequeño error de ortografía...".

Canton establece dos grupos de corresponsales: los esporádicos y los frecuentes. Entre estos últimos son notables los aportes de Ernesto Voigtländer y sobre todo de Juan Carlos Moisés, entonces un joven poeta en formación. La definición última de Asemal puede tomarse de una frase de una lectora, Lilian Goligorski: fue un hecho poético y un fenómeno de comunicación. Y el cauce de una obra singular. El autor parece reflexionar al respecto en un texto del último número de la publicación: "Humilde la poesía/ se dejaba/ -yo era joven-/ hacer/ entre mis manos inconcientes // Hoy, maduro,/ paciente sé aguardarla:/ la admiro/ la cortejo/ reclamo/ con fervor su mano / Ella sonríe/ inalcanzable/ lejana tras sus velos:/ me sabe fiel amante".