Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | La historia de Asemal y sus lectores

Una aventura creativa en tiempos de la dictadura militar

Historia de una revista y sus lectores - La Capital (Rosario)
Carlos Roberto Morán

Darío Canton recupera en una curiosa edición los números de Asemal, aparecida entre 1975 y 1979.

El poeta y el sociólogo Darío Canton, por su cuenta y riesgo y durante cuatro difíciles años (1975-1979), llevó adelante la tarea de editar y distribuir vía correo la revista Asemal, en la que insertaba con exclusividad sus poemas. Fue una rara experiencia, de escritura pero también de lectura para esos corresponsales, en general desconocidos, que recibieron la pequeña pero consecuente publicación en la que campeaba el humor, cierto "desparpajo" para acometer la poesía y también mucho del asfixiante momento político que se vivía en la Argentina.

Asemal dejó de aparecer por fatiga de su autor, pero quedó persistiendo en la memoria de los cientos de "interlocutores" que la recibían dentro y fuera del país en momentos en que una bocanada de aire fresco –como lo era esa publicación amical- significaba el remanso en medio de tanta asfixia. Veintiún años más tarde el mismo Canton recupera aquella experiencia al publicar en libro, en la editorial Mondadori, no sólo los veinte números de Asemal sino una amplia muestra de la abundante correspondencia que entonces recibiera. Así La historia de Asemal y sus lectores deja de ser recuerdo y se vuelve materia viva por dicha correspondencia que, como elemento nutriente, explica también la insistencia de Canton con Asemal a lo largo de esos años cargados de conflictos y muertes sórdidas.

El autor dividía la pequeña revista editada en papel marrón de envolver en varias secciones, como aparentemente símil de catálogo de publicidad. "Viajes y turismo", "De nuestra vecindad", "Taller", "La medicina al día", "Vida cotidiana", fueron algunos de los nombres elegidos para las "secciones". En cuanto a la denominación, Asemal era el nombre invertido de La mesa, poemario del mismo Canton que había salido sin nombre de autor y con el que buscaba enlazar, por afinidad temática y como continuidad de la obra personal, con la nueva serie. Y Asemal fue también la metáfora de quien "hacía mal" las cosas en momentos en que, protofascismo primero, dictadura después, se buscaban (presuntamente) "hacer bien" las cosas. Vg. Proceso de reorganización nacional.

Respecto de esos años, la lectura actual de los viejos poemas de Canton hace que éstos aparezcan como reflejo metafórico de la asfixia que se vivía entonces. Por ejemplo, el primer poema que aparece en la tapa del número 1, editado en mayo de 1975, en la sección "Vida cotidiana", expresa: "Un día el hombre entra en el subte/ para ir al empleo/ el tren cierra sus puertas/ no las abre más". No parece tan extemporáneo recordar que eran los momentos del gobierno de Isabel-López Rega y que el histerismo, cuando no el terror, se habían instalado en las calles de Buenos Aires en las que –adrede- las sirenas policiales resonaban a cada momento mientras la Triple A se encargaba de tirar cadáveres en las calles.

Lo anterior no es una interpretación gratuita. Por el contrario, el mismo Canton cuenta que en el fatídico 1976, poco después de producido el golpe, el número 10 de "Asemal" abrió con un poema inconcluso, en la sección "Vida cotidiana". En efecto, el poema dice: "El (...) como un manchón/ de tinta se fue extendiendo/ negra/ cubriéndolo todo". Los lectores debían colocar la palabra faltante en la primera línea, vale decir entre "El" y "como", que era miedo y que Canton prudentemente no incluyó porque el poema figuraba en la tapa y la revista circulaba por correo. Prácticamente nadie le contestó y sólo una lectora, que vivía en el exterior, dio respuesta al acertijo. El autor dice que la falta de respuestas "podría explicarse porque el momento que vivía la sociedad no estaba para juegos", pero él se siente más bien tentado a interpretar que "prácticamente la totalidad fue incapaz de adivinar la palabra porque, presa de ella, no podía sacarla de sí, verla afuera".

Cabe aclarar que lo sustancial en el poeta no era la denuncia, sino lo lúdico, juego que no conformaba a todos los lectores. Así no falta entre los corresponsales la crítica más inexorable, como la de Giardinelli:"Sus poemas me parecen francamente malos". Pero no ha sido ésa la opinión que ha prevalecido porque, en rigor, la escritura de Canton es graciosa pero no gratuita y evidentemente interesada en renovarse internamente, bucear en territorios expresivos diferentes.

No obstante lo anterior, esa realidad pesadillesca, en la que se tenían reiteradas noticias de exilios abruptos, de muertes, de desapariciones que volvían el destino de mucha gente un misterio terrorífico e insondable, se terminaba filtrando. Tal como se puede leer en el número 9 (abril-mayo 1976): "A los usuarios:// Quienes/ dejen la llave/ en forma adecuada/ no sufrirán // la Compañía". Kafka puro.

Lectura estimulante y por partida múltiple es la que propicia La historia de Asemal y sus lectores. Porque están los poemas, dramáticos unos, alegres otros, irreverentes los más, de Canton. Y están las cartas de los amigos, de los conocidos, de los que no lo eran, quienes al tiempo que estimulaban al autor para mantener viva la publicación, podían retemplar su ánimo con la lectura en momentos que estos pequeños hechos cotidianos ayudaban a sobrevivir.