Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | Abecedario Médico Canton

Raimundo Lida

Harvard | 10 de Octubre de 1977

Admirable Darío Canton:

Su compleja literatura me ayuda a vivir, y su Abecedario Médico, estoy seguro, me alarga en estos momentos (¿meses? ¿años?) la vida. Porque estoy enfermo, con Allopurinol, Metamucil y todo. Enfermo, ahora, de cuidado, aunque se muestren relativamente optimistas mis médicos, tanto los de aquí como, desde ahí, mi principal supervisor, mi hermano Emilio.

De yapa, mi hermano, que tiene hijas, yernos y nietos en este país, estuvo hace poco con ellos y se apresuró a venirse también a Cambridge. Un par de días para mí esenciales. Habló con mis médicos de Boston, los encontró excelentes y me exhortó a la más puntual disciplina, cosa no muy fácil, para mí, en esta materia.

Me animó, en fin, muchísimo, lo que yo retribuí dándole a leer el Abecedario. ¡Hubiera visto y oído usted sus carcajadas! Porque claro, él es el lector ideal. Yo había tenido mis dudas sobre las «pequeñas libertades» que podía haberse tomado usted con sus fuentes médicas. Emilio me explicó mil detalles, y así he llegado a apreciar mejor tan extraordinarias invenciones, aunque muchas sutilezas seguirán eludiéndome todavía. Un ejemplo: no sé si su «DG6 –Solución » transcribe deliberadamente (en la notación preferida –entre otros– por los alemanes, y por mi hijo, que me salió ajedrecista) la jugada que en español se representaría normalmente con D6CR.

No sé si «Conducil es un alte» proviene en efecto de las Oblas completas del Líder (¿Lídel?) famoso. Ni si en , s.v. Simultan , ha puesto usted a propósito 20 de diciembre en vez de 20 de junio. La lectura resulta un descansado mareo, un tembladeral divertidísimo.

Lema: «Nada es obvio». Y tanto más útiles (sin que pierdan su misterio ni su chiste) esas aclaraciones finales. Yo no había notado, bajo Codofedra, el coup de foudre, y, al pasar a la palabra siguiente, Codoforme (–mo?), ya fue tarde para poder siquiera pensar en el rayo o fúlmine, y apliqué ese codo a lo que pudiera ser quizás un codazo de los encantos ( appas ) de Fedra.

¡Qué alardes los suyos con terminación –ín! Lo que saca usted, en direcciones tan diferentes, de Calcistín, de Coatín, de Supresín, y tantos más! El de Tacitín es caso aparte, fabuloso, con sus toros de Lydia, famosa cortesana. Todo tan apretado (aparte de su apasionante novela policial), que no faltará quien alguna vez escriba la historia de Tota Drenil y Tío Drenil. O una detallada exégesis de la política (Terra-Bron, anti-tiroideo, pre-potencia) o de metafísica, gnoseología, ética o lo que sea (Terravenn = «trágame», y el tragarse uno a sí mismo tapándose los ojos).

Y no hago más que referirme a ejemplos que he ido marcando al azar. El sistemático Gracián escribiría, para comentar este libro, una segunda parte de su Agudeza y arte, desde luego más divertida que la primera. Pero el pobre se perdería joyas como su Raskolnicof, y tantas otras que yo creo haber percibido bien.

Gracián le envidiaría, además, la extensa, justa y elegante explicación o subtítulo de la portada, tan de aquellos tiempos, salvadas las diferencias.

Ojalá que su Abecedario se difunda, se venda, se comente como merece. Va dirigido a lectores muy diversos, y cada uno, por muy poco filólogo (amante del Logos) que sea, puede admirarlo a su modo y sentir que hay otras admirabilidades ocultas en un libro tan denso y trabajado. Yo he seguido releyéndolo fragmentariamente, abriéndolo por cualquier parte, en «suertes virgilianas », como decían y hacían en otras épocas. Infalible. Y al releer de la misma manera su Asemal , me hace gracia encontrarme con figuras calidoscópicas afines, con comprimidos como lintérnaga. Son mucho más, desde luego, que travesuras morfológico-semánticas.

Filología. Saltos (sobresaltos) de cultura a cultura, de siglo a siglo, de lengua a lengua. Me vi trasladado de pronto a mi lejanísima lectura de La lira argentina, y de los apéndices de Mitre y López, con ese benced y ese vrío de «nuestras» guerras de Independencia. En su permanente «interlingua» (o esperanto) e intemporalidad, ¡qué graciosos su Daonil y otros casos parecidos! Ya es bastante exótico Simbad; pero ¡enflaquecido en Sin-fat! Increíble la traducción Depretos ( Coisas ); por cierto que me gustaría releer ese libro, pero ya no me quedará tiempo.

Después de su comentario a Ciclopegil, no pude evitar decirme: «¡Lo viera cómo lloraba!» Qué derroches de síntesis, de formas que brotan unas de otras; Vasco da Ahab y su arpón, Colilac y Lacan, de pronto un Tao (ismo), seguido de Mao y de Lao, con rimas como para un Poe (ma). Perdón; ya sé que es muy arriesgado tratar de imitarlo. Pero se queda uno como flotando después de esa lectura, en que no se sabe cuándo la verdad es mentira, cosa por lo demás normal en el Cambalache en que vivimos. ¿Será verdad lo de «El Archibrazo, Mario Bravo 441» del Colofón? He visto el nombre de esa editorial, hace unos años, en El Congreso de Borges, pero nunca he sabido si pasaba (si pasa, ahora) de ser una broma. Dígamelo usted alguna vez.

Mil gracias y felicitaciones. Me espera ahora, hoy mismo, recorrer unas 200 páginas sobre brujerías en el siglo XVII español, de un libro que debo devolver mañana a la Biblioteca. Ya se figurará si eso es leer.

Un abrazo grande.