Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | Abecedario Médico Canton

Una obra insólita

El Pueblo | Río Cuarto, Córdoba - 8 de Octubre de 1977
Juan Filloy

Dentro de la producción bibliográfica existen, entre otras clasificaciones, dos tipos fundamentales de libros: los que proveen regocijo al escribirlos y los que constituyen un vía crucis de compaginación mental.

El que acaba de publicar Darío Canton, autor singularísimo de la Capital Federal, es de los primeros. Cada una de las 800 entradas de su Abecedario Médico Canton es una "salida" humorística, en la cual se asocian la agudeza y la inteligencia para provocar esa cosquilla intelectual que en buen castellano se llama eutrapelia.

Por cierto, esta virtud se conjuga solamente en espíritus sagaces y jocundos. Inventar un chiste es una de las empresas más arduas de la literatura. Recaba mucha mundología, tino suficiente para soslayar lo grosero y bastante gracia hasta sublimarla en donaire.

Darío Canton, que en La mesa y Poamorio dio conspicuo testimonio de ingeniosidad al publicar volúmenes insólitos, vuelve ahora, en un medio de rutina y aplebeyamiento literario ofreciendo al disfrute colectivo un "repertorio poético- lógico ilustrado de amasijos y recocciones verbales" que, acuciando el interés, hace pensar y sonreír en cada ítem.

Littré solía flagelarse diciendo que no hay nada más triste y aburrido que hacer un diccionario. Pienso que Canton opina de manera diametral. Pues, al ir componiendo su Abecedario Médico barbota en sus labios la jarana interior, se advierte la sonrisa de los impromptus volúbilis y hasta la contenteza que culmina en el colofón.

No se trata sin embargo de una obra jocosa, sino de una producción seria que destila y decanta refinado gracejo. Basada en el nomenclador farmacológico, 800 especialidades medicinales compilan, en breves glosas y resúmenes epigramáticos, esencias de picardía y bálsamos que alivian y consuelan. Mas, sin estar escrito en versos leoninos, como el Regimen Sanitis Salerni, y sin aleccionar terapéuticamente como el poema medieval de Arnaldo de Vilanova, el libro de Canton cura con ungüento de palabras el fastidio y el estrés de la vida cotidiana.

Como el propio autor señala, dicha publicación es asequible a quien quiera. Reclama, eso sí, conocimientos lingüísticos, elementos de consulta y sobre todo un espíritu alerta para orientarse en el laberinto y premiarse con sus "salidas".

La abundancia de jeux d`esprit y juegos de palabras, de retruécanos y neologismos, de metaplasmos y paranomasias, obliga a una atención acendrada para extraer el deleite de cada tema. Canton crea al efecto acepciones semánticas de todo linaje, que congenian ya con citas eminentes, ya con pastiches macarrónicos. De tal suerte, si el lector "no pesca la onda" corre el riesgo de quedarse en blanco.

Leve objeción. Tal vez, por lo demasiado que acopia el volumen, que no prescinde de nada, resulte artificialmente culto. Tal vez se incurra en él en lo que prevenía Gracián afirmando que no hay peor desaire que el mucho donaire. Pero con todo, este libro constituye en el sucursalismo literario del país una obra ingeniosa excepcional. Una obra que incita a ponerse cómodo y leer medulosamente. Una obra para gente madura, no para seres angelicales; pues, ya se sabe, los ángeles no tienen con qué ni pueden sentarse...